18.9.22

Un canto que sigue sonando

 


¡A desalambrar, a desalambrar.. que la Tierra es nuestra, tuya y de aquel..!


Cuando estaba en la secundaria conocí a Víctor Jara, el día que mi amada madre me compró una colección de VHS sobre la Historia de México.. y en alguna parte de uno de los videos escuché las notas y la letra de esa canción..


No sabía quién estaba cantando, pero me pareció que decía algo fundamental.


Así que lo investigué (en aquel entonces, claro, sin internet). Y así fue como di con su historia, y por supuesto la de Chile.. Salvador Allende y Pinochet.


Después compré un libro: "Un canto truncado", escrito por Joan Jara, quien fue su esposa.


Y a través de esa ventana conocí más sobre Chile, sobre México, sobre América Latina, sobre España, sobre el mundo entero y la injusticia sistemática en la que hemos vivido desde hace ya tanto tiempo.


Así supe también sobre Tlatelolco, y aunque no lo haya vivido, pude entender que el Estado era capaz de hacer cosas atroces, y que eso de ninguna forma debía ser callado, ni permitido, ni aceptado con resignación.


Conocí a Miguel Hernández, y aprendí de él la posibilidad de amar por igual a tu Patria, a tu Espos@ y a tus Hij@s, y profesarles la misma pasión y devoción, con actos claros, elocuentes y congruentes.


(Hace algunos años, por cierto, me peleé con el concepto de "Patria" por querer abrazar uno cercano al de la Aldea Global.. pero después recordé por qué tener una identidad clara es importante, como una forma de reconocernos y encontrar modos de conectar desde nuestros respectivos marcos de referencia, aún si confluyen en ella tantas líneas provenientes de un pasado diverso. Y que eso no implicaba tener que dejar de creer en el respeto y la paz a lo largo del mundo, independientemente de los límites territoriales y las ¿"brechas" culturales? Y claro, que yendo aún más lejos, la identidad en términos materiales apenas es un esbozo de lo que podemos ser mientras somos en cada vuelta, pero que en nada se relaciona con lo que somos en esencia espiritual).


Y así fue como, con Víctor Jara, y gracias a mi madre ❤️ aprendí que la música y el canto son también herramientas para enunciar verdades, y buscar transformar las que no son justas o favorables para la paz y la armonía entre los seres humanos.


Supe también que al creer en esta posibilidad, se me iba a juzgar por utópica. Y que ante ello también tendría que aprender a mirar con ojos claros y a no pecar de ingenuidad.


Pero nunca a perder la Fe, ni la utopía, como brújula necesaria para no desviar el rumbo, y más bien siempre seguir buscando rutas hacia este bienestar social.


Sigo creyendo en ello, por eso vivo como vivo y trabajo en lo que trabajo. Y en medio de mis paradojas y mis incongruencias.. tanto de las que soy consciente como de las que no, tengo esta brújula que me ayuda a seguir caminando con seguridad, y con la confianza  de que cualquiera cosa que haga en pro de este propósito, tendrá algún eco, y eso habrá de ser positivo.


Lo mejor de esto, es que mientras más he abrazado esta creencia, me he encontrado cada vez con más personas que piensan lo mismo, y que hacen cosas valiosísimas desde sus propios espacios con el mismo objetivo. Eso renueva mi fe, mi confianza y mi esperanza.. aunque no ignore también las cosas terribles que vienen pasando.


Elijo, pues, seguir creyendo.


Esta es, pues, mi renovación de Fe.


***


“Somos cinco mil aquí.

En esta pequeña parte de la ciudad.

Somos cinco mil.

¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país?

Somos aquí diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas.


¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura! 

Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas. Un muerto, un golpeado como jamás creí se podría golpear a un ser humano. 

Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores, uno saltando al vacío, otro golpeándose la cabeza contra el muro, pero todos con la mirada fija de la muerte. 


¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!

Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.

La sangre para ellos son medallas.

La matanza es acto de heroísmo.


¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?

¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?


En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.

Que lentamente querrá la muerte.


Pero de pronto me golpea la consciencia

y veo esta marea sin latido

y veo el pulso de las máquinas

y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.


¿Y México, Cuba, y el mundo?

¡Qué griten esta ignominia!


Somos diez mil manos que no producen.

¿Cuántos somos en toda la patria?


La sangre del Compañero Presidente

golpea más fuerte que bombas y metrallas.

Así golpeará nuestro puño nuevamente.


Canto, que mal me sales

cuando tengo que cantar espanto.

Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.

De verme entre tantos y tantos momentos del infinito

en que el silencio y el grito son las metas de este canto.


Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento hará brotar el momento...”


Víctor Jara. 15 de septiembre de 1973, horas antes de ser brutalmente asesinado.

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