28.7.11

"man is least himself when he talks in his own person.
give him a mask, and he'll tell you the truth"
Brian Slade, Velvet Goldmine.

[influido, inspirado, o en cualquier caso.. retomado, ¿de quién, si no de Oscar Wilde..?]

18.7.11

dios bendiga las ferreterías


"...de intereses, balas tristes, y vecinas que no entienden
qué ha pasado en este barrio: tan tranquilo, tan callado...
y quién dio la orden de cambiar el mundo..."
Fito Paez
 

Durante años sobrellevé la vida comportándome (o aparentando) a la altura del siglo, con tan sólo un puñado de ideas, y dos o tres afirmaciones universales de esas que con el tiempo y su abuso -preciosísima dinámica de la tradición oral- se han convertido, y en general se convierten, en filosofía. A la postre: lugares comunes para el sermón o la bienintencionada cátedra formativa.

Nací cerca del final del siglo en que aún podía hablarse de mozos honorables, cualidad que era factible constatar a partir de algo tan concreto como el mismo proceder que -hay que decirlo- era (y seguirá siendo) más fácil identificar, si se le observaba en el momento preciso de su ejecución. Dicho de otra forma: uno sabía si el sujeto en cuestión era algo (u otra cosa), ni más ni menos que permitiéndole demostrarlo con sus actos.

La palabra misma tenía otro valor. La voluntad. La disposición. Había, para cada oficio, uno o varios aprendices que, con mayor o menor intensidad, destinaban tiempo y energías al aprendizaje de las técnicas y procedimientos, e incluso al descubrimiento de los detalles más sublimes, como la propia intuición, o la sensibilidad para "hallarle el modo" a cualquiera que fuera la actividad.

Y el mundo era (lo creo firmemente) un poquito más feliz.

Hoy día, la palabra por sí misma ya no es suficiente.

De alguna forma (generalmente institucional) hay que justificarla. "Papelito habla.." dice el dicho... y lo que sugiere, más bien, es la pérdida total de la confianza en la palabra del que afirma que algo sabe -porque lo sabe- sobreponiendo, en cambio, la exigencia del sustento frívolo a través de documentos, haciendo que lo que antes era valioso por ser enunciado, ahora para gozar de una cierta credibilidad deba estar sujeto a la inversión de tiempo, dinero, esfuerzo (algunos, sacrificios innecesarios) en aras de la articulación de acciones que justifiquen y alimenten el paradigma en que se encuentran suscritos.

Hoy, saberse "Licenciado", es motivo para sentir que uno ha cumplido con el deber de hijo y ciudadano modelo, y en ocasiones incluso para toda clase de fantasías obscenas de poder y omnipotencia. Tener un oficio, en cambio, de a poco se ha ido subvalorando y, además de que actualmente suele ser pagado a precios risibles que no permiten la subsistencia digna de quien intenta vivir de ello y alimentar, además, a su familia... también se enfrenta a la puesta en duda de la importancia o trascendencia, tanto de la actividad misma, como de quien la ejerce: "sí, sabe hacer cosas... -herrería, plomería, electricidad, carpintería, cocina, limpieza, comercio, albañilería...- pero no estudió nada..."

Y entonces, hace tiempo que muchos niños crecemos queriendo (y creyendo que necesitamos) estudiar una carrera para así "ser 'alguien' en la vida..." como si no lo fuéramos por definición ontológica.

A mí, eso de especializarme como que me saca ronchas. Soy un tanto comodina, así que procuro allegarme de cosas que, con practicidad, me permitan resolver el mayor número de situaciones. Por suerte, no me han faltado saberes y/o experiencias que me provean de las herramientas necesarias para, aunque sea sin una poca de gracia (ni otra cosita, allá arriba, allá arriba...) más o menos navegar por este mundo.

Y como me considero una persona generosa, vine resuelta a revelar de manera pública, la que por muchos años fuera mi principal afirmación, aprendida en mi más tierna infancia, gracias a la oportuna escucha de las conversaciones "de adultos..." que a uno suelen dejarle nutritivas enseñanzas:

"Seguramente es el empaque..."

Ya se trate de la piececita plástica y circular intermedia entre dos piezas metálicas de algún electrodoméstico, o de cualquiera otra circunstancia de la vida... hoy sé que siempre, siempre, ante cualquier disyuntiva, si afirmas con vehemencia y convicción profunda esta aseveración, estarás siendo tan profesional como cualquiera que lo analice con título y cédula profesional en mano. Comprobado y garantizado.

Y sin embargo, claro, los tiempos cambian, y ahora también la diversidad ha cobrado una vital importancia. Por fortuna hoy, gracias a mi padre, y a que por enésima ocasión se descompuso el lavabo de casa, he tenido la inconmensurable oportunidad de incorporar una nueva afirmación universal a mi completo acervo cultural.

A partir de esta noche podré intercalar, según contexto y necesidades, la certeza de que cualquiera problemática ha de tener su explicación en la carencia o ruptura del imprescindible empaque, con la barroca observación que a continuación comparto:

"Es que le ha empezado a fallar el céspol..."

De esta forma, es posible responder con atino a disertaciones tales como aquellas sobre qué sucede con la política, las crisis, la violencia, el narcotráfico, y en general con cualquiera situación complicada y complicante de una equilibrada y armónica existencia como sociedades.

"No hay más: con la política, sucede que hace tiempo que le falla el céspol. Respecto a la economía, la violencia y el narcotráfico, me parece que desgraciadamente se debe a la ruptura del empaque..."

Qué gratas y reconfortantes son las respuestas. Qué grato y qué reconfortante es poder ir a la cama con ellas en la cabeza. Qué grato es no tener que preguntar más "por qués", ni angustiarse por los "cómo hacer para..." o los "¿hasta cuándo...?"

A descansar se ha dicho. Que ya sabiendo qué es lo que falla y lo que falta en nuestras sociedades,  no queda más que esperar a que mañana temprano abran la primer ferretería.