22.10.06

notas profanas (a propósito de Anathema/Stream of Passion)

Lo intenté de verdad, pero no pude...

Escribir las letras exactas que describieran con la mínima cercanía a la realidad posible, mi "cómo fue" de ese día... de haber estado allí dentro sintiendo -más que escuchando- sin el estéreo como intermediario (amplificadores, bocinas y micrófonos en este caso no cuentan), a la banda que sin más, en los últimos años se ha convertido en el soundtrack pluscuamperfecto de no pocos instantes de vida, de esos que son fundamentales para la reconstrucción de mi historia y una remotamente acercada comprensión de la misma... pues pareciera que las canciones hubiesen sido escritas porque sabían que las necesitaría para traducir eso que de otro modo y con todo y la magnífica elocuencia (sí, claro) no habría podido expresar. Además de que, per sé, son la condensación de las ondas sonoras más acertadamente tejidas y dispuestas para entrar por cada poro de mi piel y generar un amplísimo crisol de emociones, muchas veces las más complicadas... mientras por la otra vía, la de mis oídos que llevan cada nota a algún lugar donde se concentran y anclan... lo más atinado que podría decir es que significan casi siempre un verdadero shock y la revelación de la más pura sincronicidad...

Aunado al "plus" de otra banda que, por un lado, me provoca total orgullo ajeno (porque no soy la que canta o está trepada en el escenario con un bajo, guitarra o ya de perdida un triángulo -con el respeto que merece tan digno instrumento- ...y se me hace como cuando decimos "¡a hueevo! le ganamos a la Selección "x" en el fútbol..." ¿ajá? y de seguro te cansaste harto ahí corriendo y metiendo goles, ¿nooo?) pero bien propio, por ser prueba fehaciente de que en nuestro país por supuesto que existen talentos talla EG, y este mundo globalizado con sus artilugios y plataformas -si sabes aprovecharlo- te ofrece la oportunidad de llegar a horizontes que quizás de otro modo sería muy complicado que pudieras alcanzar... y por otro, una total admiración al personaje de cuya mente surgió como proyecto que ahora es una realidad de gira por múltiples espacios de nuestro Globo (admiración que inicialmente sentí por empatía con la de aquél que me lo presentara en sus otros proyectos, pero que ahora es totalmente genuina).

Y lo intenté. Y mientras más lo pensaba, más lejos quedaban las palabras de la verdadera sensación. No quise dejarlo así... entonces cerré los ojos y recordé. Y para cuando, después de no sé cuántos minutos, horas o infinitos, los abrí de nuevo, las palabras sólo dijeron: "lo siento... creo que no seremos suficientes..."

Peor aún, al recordar historias (de las que me sé algunas) de personas que habían esperado la mitad de su vida para poder estar frente a ellos... me sentí terriblemente blasfema.

Y aunque finalmente no lo borré, remito al lector ocasional que pasare por aquí, a mis escenarios de complicidad y a que sigan las rutas a través de los comentarios. Es mi forma de expiación, claro, pero también todo un placer, leer los vivenciares que estos señores provocaron en cada alma de las que estuvimos allí.

[Si no deseara compartirlo habría optado por, de verdad, no escribir nada al respecto... salvo algunas mentiras piadosas]

18.10.06

mentiras piadosas

Un cuento por lo general es breve.

De no ser así, en el mejor de los casos podría convertirse en novela, cuando no en destino.

Un cuento es un relato ficticio.

De no ser así, en el mejor de los casos podría convertirse en reportaje, cuando no en (¡oh!) realidad.

Un cuento no necesita contarse con palabras.

Basta un poco de magia, la narrativa exquisita de la noche y la lírica cautivadora de dos almas con cuerpo, para crear el espacio propicio en que estas historias se articulan y se manifiestan con la nitidez del que se cree verdadero.

Que sin embargo, quizás muy en el fondo, sabe que no lo es...

Escuché un cuento del que conocía ya desde el principio el desenlace. No sé si fue ventaja o lo contrario.

Y aún me quedé a escucharlo. Salía de mí y se mezclaba con la parte de la historia que él relataba. La magia se extendía por todo el espacio, en el lapso en que se contaba con su propio lenguaje. Y parecía como si tuviese un eco que a la vuelta repetía constantemente que nada pasaba, que todo estaba bien.

El tiempo de pronto se detuvo, pero en ese punto giraba con la gracia del que sabe que no importa si decide no caminar por un instante: no hay prisa y se da el lujo de complacer al que depende de sus pasos.

De cualquier modo, esta vez disfruté con cada uno de mis sentidos, palmo a palmo en toda mi piel esa ficción, que al final se disolvió con toda naturalidad, sin aspavientos ni estrepitosas caídas.

Debe ser la costumbre.

O que me fascinan los cuentos, aunque deteste las mentiras.

Es que los unos, si bien quimeras, no son como las otras, y de todas las letras, son los que más me cautivan.

Quizás por eso, porque son breves, no como las novelas que no dejan de hablarte y te piden que estés con ellas incontables madrugadas.

Que no es que no las disfrute. Los prefiero porque me parecen más justos. Son ventanas (al exterior o al interior, según se quiera) y no te aprisionan: puedes levantar pronto la mirada y no olvidarlos sin extraviarte tan largamente, si donde vives (carajo) finalmente es fuera de ellos.

Y debo admitir, so pena de aparecer como vulgar y mundana, que prefiero una sola verdad que mil ficciones extraordinarias. Paradoja, si los cuentos también me atrapan. Y éste me vino tan bien...

Porque sí. Porque tenía la magia de lo que tanto deseaba. Y aunque después del punto final nada en la realidad había cambiado, y al contrario, parecía notarse más que antes, no importa en absoluto cuando revivo la paz temporal que me trajo, que si desapareció en ese momento, pues qué diablos, ¿a quién le importa?