De no ser así, en el mejor de los casos podría convertirse en novela, cuando no en destino.
Un cuento es un relato ficticio.
De no ser así, en el mejor de los casos podría convertirse en reportaje, cuando no en (¡oh!) realidad.
Un cuento no necesita contarse con palabras.
Basta un poco de magia, la narrativa exquisita de la noche y la lírica cautivadora de dos almas con cuerpo, para crear el espacio propicio en que estas historias se articulan y se manifiestan con la nitidez del que se cree verdadero.
Que sin embargo, quizás muy en el fondo, sabe que no lo es...
Escuché un cuento del que conocía ya desde el principio el desenlace. No sé si fue ventaja o lo contrario.
Y aún me quedé a escucharlo. Salía de mí y se mezclaba con la parte de la historia que él relataba. La magia se extendía por todo el espacio, en el lapso en que se contaba con su propio lenguaje. Y parecía como si tuviese un eco que a la vuelta repetía constantemente que nada pasaba, que todo estaba bien.
El tiempo de pronto se detuvo, pero en ese punto giraba con la gracia del que sabe que no importa si decide no caminar por un instante: no hay prisa y se da el lujo de complacer al que depende de sus pasos.
De cualquier modo, esta vez disfruté con cada uno de mis sentidos, palmo a palmo en toda mi piel esa ficción, que al final se disolvió con toda naturalidad, sin aspavientos ni estrepitosas caídas.
Debe ser la costumbre.
O que me fascinan los cuentos, aunque deteste las mentiras.
Es que los unos, si bien quimeras, no son como las otras, y de todas las letras, son los que más me cautivan.
Quizás por eso, porque son breves, no como las novelas que no dejan de hablarte y te piden que estés con ellas incontables madrugadas.
Que no es que no las disfrute. Los prefiero porque me parecen más justos. Son ventanas (al exterior o al interior, según se quiera) y no te aprisionan: puedes levantar pronto la mirada y no olvidarlos sin extraviarte tan largamente, si donde vives (carajo) finalmente es fuera de ellos.
Y debo admitir, so pena de aparecer como vulgar y mundana, que prefiero una sola verdad que mil ficciones extraordinarias. Paradoja, si los cuentos también me atrapan. Y éste me vino tan bien...
Porque sí. Porque tenía la magia de lo que tanto deseaba. Y aunque después del punto final nada en la realidad había cambiado, y al contrario, parecía notarse más que antes, no importa en absoluto cuando revivo la paz temporal que me trajo, que si desapareció en ese momento, pues qué diablos, ¿a quién le importa?
1 comentario:
órale.... pégale!!!
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