“La música es […] el sonido de la tierra y el cielo, de las mareas y las tempestades; es el eco del tren en la distancia, las reverberaciones de los martillazos del carpintero en acción. Desde el primer grito de vida, hasta el último suspiro antes de la muerte; desde los latidos del corazón hasta los vertiginosos vuelos de la imaginación, estamos envueltos en el sonido y vibración en todo momento de nuestra vida. Es el aliento primordial de la creación, la voz de los ángeles y los átomos; es, en último término, la materia de que están hechas la vida y los sueños, las almas y las estrellas”. Don Campbell. Vivimos inmersos en una sonósfera, en un mundo que vibra. Los primeros babilonios y los griegos antiguos, relacionaron al sonido con el cosmos, a través de una concepción matemática de las vibraciones acústicas vinculadas con los números y la astrología. Peter Crossley-Holland hacía mención de que “los filósofos pitagóricos concebían las escalas musicales como un elemento estructural del cosmos”. También creían que, aunque el sonido existía como un elemento natural en el Universo, podía no ser perceptible a los oídos del hombre. Llamaban “armonía de las esferas” a los sonidos inaudibles producidos por los movimientos de los cuerpos celestes, que expresaban la armonía matemática del macrocosmos.
Por otro lado, en un sentido más concreto, “la música es una experiencia no verbal que moviliza imágenes y símbolos del inconsciente colectivo; actualiza y construye nuevos arquetipos que van señalando los cambios hacia una nueva era [...] La música utiliza un lenguaje que está dado por los sonidos que expresan ideas y sentimientos, y aproxima a los hombres hacia un contacto más directo, profundo, de alma a alma, rompiendo las barreras de las diferencias individuales, sociales o culturales. La música simboliza la comunicación y la conexión entre los seres humanos” [Córdova, 1998: 23].
Sin embargo, la posibilidad de ir hacia experiencias profundas de la psique, no es definida meramente por el hecho de incorporar la música como parte del proceso psicoterapéutico. En cambio, está sustentada en la forma en que ésta pueda ser integrada en el marco de una metodología que le dote de un carácter primordial como cofacilitadora de la expresión emocional, y no sólo como fondo musical.
MUSICOTERAPIA DESDE UN ENFOQUE HUMANISTA
Desde esta perspectiva, se trata de un modelo de acompañamiento con un Enfoque Centrado en la Persona (ECP), que para su implementación, requiere del terapeuta, entre muchas habilidades y el conocimiento de técnicas específicas, fundamentalmente una serie de actitudes básicas:
*Consideración positiva incondicional
*Empatía
*Congruencia
*Respeto
*Genuindad o autenticidad
Para ello, el musicoterapeuta humanista, tiene la responsabilidad y el compromiso de llevar un proceso formativo, aunado a su propio proceso terapéutico, que le permita tener un mayor autoconocimiento, le dé la posibilidad de una mayor apertura y flexibilidad, una mayor sensibilidad y un compromiso con su propio desarrollo personal, mismo que le permitirá la capacidad de relacionarse de persona a persona con ética y un sentido fundamentalmente humano, desde la aceptación del Otro tal cual es y se manifiesta en el Aquí y Ahora, y permitiéndose acompañar su proceso con respeto, autenticidad y empatía, desde la congruencia personal.