También desde niña tenía manías.
Una de ellas era el orden: jugaba a las Barbies, pero más que jugar, disponía los escenarios.
Mi placer y mi ansiedad estribaban en elegir la “mejor” disposición de todos los elementos con los que contara. Así que me tomaba todo el tiempo para acomodar ropita, zapatos, muebles y enseres varios, con los que en teoría después los muñecos habrían de actuar e interactuar.
Pero aquello la mayor parte de las veces no ocurría. Incluso si jugaba con alguien más (como mi prima Ale), cual pequeña emperadorcita yo decidía que no se jugara sino hasta que todo fuera perfecto.
Y aunque pudiera pensar “bueno, ordenar el espacio era el juego”, la verdad es que recuerdo a mi prima muchas veces queriendo ya jugar con las muñecas, y yo en angustia porque no, todavía “faltaba que algo estuviera listo..”
Y así seguí la vida. Arreglando escenarios. Preocupada por que fueran “óptimos” para estar en ellos, y topándome constantemente con la realidad de que aquello es imposible: no hay espacios acabados ni perfectos, y si no te mueves con soltura en cada sitio tal como esté, y a la par de actuar lo vas transformando, pues entonces la vida se te escapa y aquella preciada utopía sigue alejándose (como es costumbre de las utopías).
Un día gracias a diferentes acompañamientos entendí esto. Ese día elegí lanzarme a la vida así sin más. Lidiar con la sorpresa, con el caos, con la realidad de que no está en mis manos poder disponer todo a mi manera.
Por supuesto aún queda el resabio de un hábito religiosamente cultivado. Pero en realidad me miro y creo que hoy ya me permito vivir mucho más que lo que me permitía en años pasados. Y le permito más a quienes están cerca de mí (sí, si les preguntan pondrán cara de espanto y pensarán "no imagino cómo podría haber sido antes").
Sigo en práctica continua. Ensayo y error. Probando conciencia, respeto, tolerancia, congruencia, compasión, aceptación y empatía. Dándome de topes, tropezando, golpeando a otros sin querer en el camino. Y de vez en cuando también por alguna chispa divina sintiendo que logro dar uno que otro acierto en esto que hace tiempo me vengo proponiendo.
Pero nuevamente, tranquila y agradecida por la posibilidad de hacerlo, y por la certeza de que no estoy sola, cuento con el soporte del Dios en quien me refugio, y de toda la gente que a mi alrededor desde el amor me sostiene y me da contención. Pudiendo también servirles y buscar la reciprocidad.
Y así. En continuo movimiento. Con sus pausas, tomando siempre aliento para seguir andando.